Doctrina

Creo en un solo Dios, Padre Omnipotente, Creador del cielo y de la tierra y de todas las cosas visibles e invisibles.
Y en un solo Señor Jesucristo, Hijo Unigénito de Dios nacido del Padre, antes de todos los siglos; luz de luz; verdadero Dios de Dios verdadero. Engendrado no hecho; consubstancial al Padre, por Quien fueron hechas todas las cosas. Quien por nosotros los hombres y para nuestra salvación, bajó de los cielos y se encarnó del Espíritu Santo y María Virgen, y se hizo hombre. Fue crucificado también para nosotros bajo el poder de Poncio Pilatos, padeció, fue sepultado. Resucitó al tercer día según las escrituras. Subió a los cielos y está sentado a la diestra del Padre. Y vendrá por segunda vez lleno de gloria a juzgar a los vivos y a los muertos y su Reino no tendrá fin.
Y en el Espíritu Santo, Señor y Vivificador, que procede del Padre, que con el Padre y el Hijo es juntamente adorado y glorificado que habló por los profetas.
Y en una Iglesia Santa Católica y Apostólica. Confieso un solo bautismo para la remisión de los pecados. Y espero la resurrección de los muertos y la vida del siglo venidero. Amén.



¿En qué creemos
conforme con el Símbolo?
Iniciamos el simbolo con la palabra "creo," porque el contenido de nuestros conceptos religiosos no se basa en la experiencia exterior, sino en la aceptación de las verdades divinas reveladas, ya que los objetos y fenómenos del mundo espiritual no pueden verificarse por medios de laboratorio, ni comprobarse con recursos de la lógica: entran en la esfera de la experiencia religiosa personal del hombre. Sin embargo, cuanto más crece el hombre en la vida espiritual, por ejemplo rezando, pensando en Dios o haciendo obras buenas, más se desarrolla en él la experiencia espiritual interior y con tanto mayor claridad se le manifiestan las verdades religiosas. De esta manera la fe se hace para el hombre creyente el objeto de su experiencia personal.

Creemos que Dios es la plenitud de la perfección: es el espíritu perfectísimo que no tiene ni principio ni fin, eterno, todopoderoso y sapientísimo. Dios omnipresente ve todo y sabe lo que todavía no ha acontecido. Es infinitamente bueno, justo y santísimo. No tiene necesidad de nada y es la causa primaria de todo lo existente.
Creemos que Dios es único por su esencia y trino en Personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo; Santísima Trinidad, unida e indivisible. El Padre no nace ni procede de ninguna otra entidad; el Hijo ha nacido en la eternidad del Padre; el Espíritu Santo, desde la eternidad, procede del Padre.
Creemos que todas las Personas o hipóstasis de Dios son equivalentes entre sí, conforme con la perfección, el poder, la majestad y la gloria Divinas; es decir que creemos que el Padre es Dios verdadero y perfectísimo, que el Hijo también es Dios verdadero y perfectísimo, al igual que el Espíritu Santo, que es asimismo Dios verdadero y perfectísimo. Por lo tanto, en las oraciones glorificamos simultáneamente al Padre, Hijo y Espíritu Santo como Dios Único.
Creemos que todo el mundo visible e invisible fue creado por Dios. Al principio Dios creó el mundo invisible angélico, llamado en la Biblia " firmamento" o "cielo", y luego el nuestro, mundo material o físico (según la Biblia, "la tierra"). El mundo físico fue creado por Dios de la nada, pero no repentinamente sino de un modo gradual en períodos denominados en la Biblia "días." Dios creó el mundo no por obligación o necesidad, sino por su Beneplácito, para que otras entidades creadas por Él, también gocen de la vida en medio de su creación. Siendo infinitamente bueno, Dios ha creado todo bueno. El mal ocurre en el mundo debido al uso de la libre voluntad, con la cual Dios ha dotado a los ángeles y a los hombres. Por ejemplo, el diablo y los demonios otrora fueron ángeles buenos, pero luego se sublevaron contra Dios y voluntariamente se convirtieron en espíritus malignos. Estos desobedientes ángeles convertidos en demonios fueron expulsados del Paraíso y formaron su tenebroso reino llamado Infierno. Desde aquel entonces incitan a los hombres al pecado y actúan como enemigos de nuestra salvación.
Creemos que Dios sostiene todo por su poder, es decir que todo lo dirige a todos y todo lo lleva a un beneficioso fin. Dios nos quiere y cuida de nosotros como una Madre a sus hijos. Por consiguiente no podrá ocurrirle nada malo al hombre que se encomienda a Dios.
Creemos que el Hijo de Dios, Nuestro Señor Jesucristo, descendió del cielo para nuestra salvación y se encarnó por obra del Espíritu Santo en el cuerpo de la Doncella María. Siendo Dios desde la eternidad, en la época del rey Herodes adoptó nuestra naturaleza humana, con alma y cuerpo, y por lo tanto es al mismo tiempo Dios verdadero y Hombre verdadero, o sea Dios-Hombre. Él, en una Persona Divina combina ambas naturalezas: la Divina y la Humana. Estas dos naturalezas permanecen en Él para siempre sin experimentar ningún cambio, sin fundirse ni transformar una naturaleza en otra.
Creemos que Nuestro Señor Jesucristo, al vivir sobre la tierra, iluminó al mundo con Su doctrina, ejemplo y milagros, es decir, que enseñó a los hombres en qué deben creer y cómo deben vivir para heredar la vida eterna. Con sus oraciones dirigidas al Padre, por el cumplimiento absoluto de su voluntad, con su pasión y muerte en la Cruz venció al diablo y redimió al mundo del pecado y de la muerte. Mediante su resurrección de entre los muertos, estableció nuestra resurrección. Después de su Ascensión al cielo con su cuerpo, lo que ocurrió al 40 día después de su resurrección, el Señor Jesucristo se sentó a la diestra de Dios Padre, es decir que asumió como Dios Hombre el poder único que tiene con su Padre, y desde aquel entonces dirige el destino del mundo juntamente con su Padre.
Creemos que el Espíritu Santo, al proceder de Dios Padre (solamente), desde el principio del mundo, junto con el Padre y el Hijo, otorga existencia a las criaturas, les da vida y las guía. Es la fuente de la bienaventurada vida espiritual para los ángeles, al igual que para los hombres; y al Espíritu Santo se le debe gloria y adoración conjuntamente con el Padre y el Hijo. En el Antiguo Testamento el Espíritu Santo habló por medio de los profetas, luego, en el principio del Nuevo Testamento, habló por los apóstoles, y en la actualidad actúa en la Iglesia de Cristo, instruyendo en la verdad a sus pastores y a todos los cristianos ortodoxos.
Creemos que Jesucristo, para la salvación de los que creen en Él, fundó en la tierra la Iglesia haciendo descender sobre los apóstoles el Espíritu Santo en el día de Pentecostés. Desde aquel entonces el Espíritu Santo permanece en la Iglesia, en esta bendita sociedad o unión de los creyentes cristianos, y guarda la pureza de la doctrina de Cristo. Además, la gracia del Espíritu Santo, que permanece en la Iglesia, purifica a los que se arrepienten de sus pecados, ayuda a los creyentes para que tengan éxito en sus buenas obras y los santifica.

Creemos que la Iglesia es Una, Santa, Católica y Apostólica. Es Una porque todos los cristianos ortodoxos, aunque pertenezcan a diferentes iglesias locales nacionales, forman una sola familia junto con los ángeles y los santos del cielo. La unidad de la Iglesia se funda en la unidad de la fe y la gracia. La Iglesia es Santa porque sus fieles hijos se santifican por la palabra de Dios, la oración y los Santos Sacramentos. La Iglesia se denomina Católica (Universal) porque está destinada a los hombres de todos los tiempos y nacionalidades. La Iglesia se llama Apostólica, porque conserva la doctrina de los apóstoles y la sucesión apostólica se transmite incesantemente hasta nuestros días de un obispo a otro en el Sacramento de la Ordenación. Según la promesa de Jesucristo, la Iglesia permanecerá invencible para los enemigos hasta el fin del mundo.
Creemos que en el Sacramento del Bautismo se perdonan al creyente todos sus pecados y que por medio de este Sacramento, los creyentes se hacen miembros de la Iglesia. Para ellos queda franqueado también el acceso a los otros sacramentos para su salvación. Así, en el Sacramento de la Confirmación (unción con el óleo) se proporciona al creyente la gracia del Espíritu Santo; en el Sacramento del Arrepentimiento se perdonan los pecados cometidos en uso de conciencia después del bautismo; en el Sacramento de la Eucaristía, que se lleva a cabo durante la Liturgia, se efectúa la comunión de los fieles con el verdadero Cuerpo y Sangre de Cristo; en el Sacramento del matrimonio se establece la inseparable unión entre los esposos; en el Sacramento del Orden Sagrado se consagran los servidores de la Iglesia: diáconos, sacerdotes y obispos; y en el Sacramento de la Unción a los Enfermos (que se realiza con 7 sacerdotes, o, de no ser posible, con la cantidad que haya) se ofrece la curación de las enfermedades espirituales y físicas.
Creemos que antes del fin de este mundo Jesucristo, acompañado por los ángeles, volverá a la tierra con gloria. Entonces cumpliendo su palabra, resucitarán todos los muertos; es decir, que tendrá lugar un milagro por el cual las almas de los muertos volverán a los cuerpos que tenían antes de morir, es decir, revivirán. Durante la resurrección universal, los cuerpos de los rectos, resucitados o todavía vivientes, se renovarán y se espiritualizarán a imagen de la resurrección de Cristo.
A continuación de la resurrección, todos los hombres comparecerán ante el juicio de Dios para recibir conforme con los actos realizados en la vida corporal, hayan sido éstos buenos o malos. Después del juicio, los pecadores no arrepentidos pasarán al eterno suplicio, mientras que los rectos pasarán a la vida eterna. De esta manera comenzará el Reino de Cristo que no tendrá fin.
Con la palabra final "Amén" testimoniamos que aceptamos de todo corazón la confesión citada de la fe ortodoxa, la cual consideramos verdadera.
El Símbolo de la fe es leído por quien recibe el bautismo (catecúmeno) durante el Sacramento del Bautismo. En el caso del bautismo de un niño es leído por los padrinos. Además, el Símbolo de la fe se canta en el templo durante la Liturgia, y se debe leer diariamente durante las oraciones matutinas. Una lectura atenta del Símbolo de la fe influye substancialmente sobre nuestra fe. Esto se debe a que el Símbolo de la fe no es una simple confesión de fe sino una oración. Pronunciando con espíritu de oración la palabra "creo" y otras palabras del Símbolo, vivificamos y afirmamos nuestra fe en Dios y en todas las verdades que están contenidas en el mismo. Precisamente por eso es tan importante para los cristianos ortodoxos leer diariamente o cuando menos regularmente el Símbolo de la fe.

¿Qué enseña la Ortodoxia?

¿Qué enseña la Ortodoxia?

Las principales verdades que enseña la Ortodoxia se hallan contenidas en el Credo Niceno-Constantinapolitano, en donde se afirma:
1. Creo en un sólo Dios Padre, Omnipotente, Creador del Cielo y de la tierra, de todo lo que es visible e invisible.
2. Y en un sólo Señor Jesucristo, Hijo Unigénito de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos. Luz de Luz, Dios Verdadero de Dios Verdadero, engendrado y no hecho, consubstancial al Padre, por quien fueron hechas todas las cosas.
3. Que descendió de los cielos por causa de nosotros los hombres, y por nuestra salvación y encarnóse por el Espíritu Santo y en María Virgen y se hizo Hombre.
4. Y fue crucificado por nuestra causa, bajo el poder de Poncio Pilatos, padeció y fue sepultado.
5. Y resucitó al tercer día, según las Escrituras.
6. Y subió a los Cielos y sentóse a la diestra del Padre.
7. Y nuevamente vendrá con gloria, para juzgar a los vivos y a los muertos y cuyo Reino no tendrá fin.
8. Y en el Espíritu Santo, Señor vivificador, que del Padre procede y que es con el Padre y el Hijo adorado y glorificado, y que habló por los profetas.
9. Y en una Iglesia Santa, Católica y Apostólica.
10. Confieso, también un solo Bautismo para la remisión de los pecados.
11. Y espero la resurrección de los muertos.
12. Y la vida del siglo futuro. Amén.
Sin perjuicio de lo expuesto, existe un cuerpo de verdades, atingente a lo dicho, relacionadas todas ellas al dogma, a la liturgia y a la ética religiosa.



Religión

Entendemos por religión nuestra relación de dependencia para con Dios que manifestamos por medio de creencias y actos de culto en gloria y adoración a Dios. La religión es una obligación, desde el momento en que hemos sido creados por Dios y él nos cuida con su Divina Providencia. Hay una religión natural que la poseen y reconocen todos los seres humanos y pueblos, y una religión revelada, que se encuentra en la Biblia y Tradición.



La Revelación Divina
Las enseñanzas de nuestra santa fe ortodoxa las encontramos en la Revelación Divina, que es todo aquello que el propio Dios reveló a los hombres, para que éstos pudieran creer verdaderamente en El, conseguir la eterna salvación y darle constantemente el más digno honor. Siendo absolutamente necesaria a todos los hombres, Dios la dio para todos, pues ella nos conduce a la salvación eterna. La Revelación Divina no podía ser ofrecida a los hombres directa mente: por esto Dios escogió para este fin personas especialmente piadosas y santas, que recibieron de Dios la Revelación, transmitiéndola enseguida los hombres, deseosos de recibirla.
Revelación es la manifestación de una verdad desconocida. La revelación es iluminación del entendimiento. La religión revelada tiene tres fases o manifestaciones que forman tres grados de la religión sobrenatural: 1)

La revelación primitiva: es la revelación hecha por Dios a los primeros padres y patriarcas y que fue transmitida por tradición a sus descendientes. Llámase también patriarcal. Más tarde Moisés la consiguió por escrito en el Pentateuco; 2) la revelación Mosaica: es la revelación hecha al pueblo israelita por medio de Moisés y demás profetas. Duró hasta la promulgación del cristianismo; 3) la revelación Cristiana: es la revelación hecha por Dios a los hombres por el ministerio de Jesucristo. La religión fundada por Jesucristo se llama Cristianismo.
Estas tres revelaciones no se oponen sino que se desarrollan y perfeccionan; de modo que no son propiamente sino un sólo sistema de revelación divina que se completó en la revelación cristiana; las tres tienen dogmas, moral y ritos substancialmente los mismos; las tres reconocen a Dios por su autor; las tres tienen el mismo fin sobrenatural.
La primera Revelación Divina fue hecha a Adán, enseguida a Noé, después a Abraham, Moisés y otros profetas. En toda su plenitud, y en toda su perfección fue presentada la Divina Revelación a los hombres por el Hijo de Dios hecho hombre, N. S. Jesucristo, que la divulgó y expendió por el universo entero por medio de sus discípulos, los apóstoles. Dice San Pablo: "Antiguamente había Dios hablado muchas veces y de muchas maneras a los padres, por los profetas; a nosotros nos habló en estos últimos días por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo por quien hizo también el mundo" (Hebr. 1:1-2).
El mismo apóstol dice también: "Hallamos la sabiduría de Dios, oculta en el misterio, a la cual Dios ordeno antes de los siglos para nuestra gloria; a la cual ninguno de los príncipes de este mundo conoció; más Dios nos la reveló por medio de Su Espíritu; porque el Espíritu penetra todas las cosas, aún las profundidades de Dios" (Ia. Cor. 2, 7, 8, 10). Y también San Juan Evangelista dice: "Dios nunca fue visto por alguien, el Hijo Unigénito, que está en el seno del Padre, Ese lo hizo conocer" (S. Juan 1:18). El propio Nuestro Señor Jesucristo dice: "Nadie conoce al Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo lo quisiera revelar" (S. Mat. 11:27).
El hombre puede conocer a Dios por la observación del mundo visible. Este conocimiento, además es como preparación para el nacimiento de la verdadera fe, siendo un auxilio para el conocimiento de Dios dentro de la Revelación Divina. "Porque son cosas invisibles, desde la creación del mundo, tanto Su eterno poder, como Su Divinidad, se entienden y claramente se ven por las cosas que han sido creadas" (Rom. 1:20). "Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habitasen sobre toda la faz de la tierra; y les ha fijado el orden de los tiempos, y los términos de la habitación de ello para que buscasen a Dios, si de alguna manera palpando, le hallen; aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros: Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos; como también alguno de vuestros poetas dijeron: porque linaje de éste somos también" (Hechos. 17:26-28). "Meditando sobre la fe en Dios, predomina el pensamiento que Dios existe; conseguimos este pensamiento observando las cosas creadas. Investigando con empeño la creación del mundo, llegamos a conocer que Dios es universalmente sabio, omnipotente, bueno; conocemos también sus cualidades invisibles. De esta forma lo aceptamos como Poder Supremo. Ya que Dios es Creador del mundo y nosotros mismos hacemos parte de este mundo, vuélvese obvio, que Dios es también nuestro Creador. Como consecuencia de la comprensión de esta verdad surge la fe, por la cual prestamos a Dios nuestra adoración y nuestro homenaje" (S. Basilio el Grande, Epístola 232).
Aquellas verdades reveladas, imposibles de ser comprendidas o explicadas por la razón humana se llaman Misterios de la Fe.
La revelación divina entre los hombres se difundió de dos modos: 1) Por la transmisión verbal de Verdades Divinas de padre a hijo, conocida con el nombre de Sagrada Tradición; 2) Por la Escritura Sagrada que recibe el nombre de Biblia. Por la Sda. Tradición debemos entender todo aquello que sobre la verdadera fe, los misterios, etc., nuestros genuinamente piadosos y, creyentes antepasados transmitieron a sus hijos; éstos, a su vez, dijeron esas verdades a sus descendientes y así se continuó, llegando de esta forma hasta nuestros días. Todos los verdaderos creyentes, unidos por la Sda. Tradición de la Fe, en perfecta unión y heredad, de acuerdo con las Leyes Divinas, forman la Santa Iglesia, que es justamente la eterna conservadora del tesoro de la Sta. Tradición: "Iglesia de Dios Vivo, columna y firmeza de la verdad" (1 Tim. 3:15). Dice San Ireneo: "No se debe buscar la Verdad en otros medios, siendo tan fácil encontrarlos en el seno de la Iglesia. Pues, como una riquísima caja de tesoro, habían los Apóstoles depositado en toda la plenitud todo lo que pertenece a la Verdad; cualquiera que lo desee, puede conseguir el Agua de la Vida" (Tratado contra las herejías - Libro 3:c. 4).

El medio más antiguo de divulgación de la Revelación Divina fue la Sda. Tradición. Desde los tiempos del primer hombre, Adán, hasta Moisés, no había Escritura Sagrada alguna. El propio Salvador, N. S. Jesucristo, transmitió sus divinas enseñanzas a los Apóstoles por medio de las palabras y de los ejemplos y no por intermedio de libros. De la misma forma procedían en el comienzo los Santos Apóstoles, que divulgaban las Verdades verbalmente, edificando así, las bases de la Santa Iglesia. La necesidad de la existencia de la Sda. Tradición es evidente, pues de ella puede sacar provecho un número mucho mayor de personas que de la Sda. Escritura, ya que no todos saben beneficiarse de los libros. El motivo por el que fueron creadas las Sdas. Escrituras fue para conservar la Revelación Divina de una manera precisa e inalterable.
En las Sagradas Escrituras leemos las palabras de los Profetas y Apóstoles, como si oyésemos las Verdades de los propios labios de estos santos hombres, a pesar de que esas obras divinas datan de varios siglos y hasta milenios. Siempre debemos seguir la Sda. Tradición, aún cuando tengamos la Sda. Escritura, pues aquella está directamente unida a la Revelación Divina y con la Sda. Escritura.
La misma Sda. Escritura nos lo enseña: "Entonces hermanos estad firmes y conservad las tradiciones que os fueran enseñadas, ya sea por palabra, ya sea por carta nuestra" (Tes. 2:15). La Sda. Tradición debe ser considerada como necesaria aún en los tiempos actuales, para orientación y mejor comprensión de las Sdas. Escrituras: para la ejecución exacta y perfecta de los Santos Sacramentos y para la conservación pura e incorruptible de los rituales sagrados. San Basilio Magno nos dice: "Algunos dogmas y doctrinas de la Iglesia los poseemos de las fuentes escritas, habiendo obtenido otros de la tradición apostólica, hereditaria y misteriosamente. Tanto éstos como aquéllos poseen la misma fuerza" (Regla 97, del Espíritu Santo: Cap. 27). En cuanto al tiempo en que fueron escritas las Sdas. Escrituras sólo diremos que unas fueron antes del Nacimiento de N. S. Jesucristo y otra parte después del Nacimiento del Salvador. El Antiguo Testamento encierra el período antes del Nacimiento de Jesucristo; todos aquellos libros Sagrados escritos antes de la Era cristiana. El Nuevo Testamento se inicia con la santa noche de Belén, cuando Dios descendió a la tierra para salvar al género humano del pecado y de la muerte eterna. El Antiguo Testamento o la antigua unión de Dios con los hombres consistió en la promesa solemne, dada a los hombres por Dios, de que mandaría el Divino Salvador o Mesías para salvar a toda la humanidad de sus pecados. Consistía también en prepararnos para recibir al Hijo de Dios, haciéndolo por medio de Revelaciones, Profecías y Enseñanzas. Por el contrario, la nueva unión de Dios con los hombres o Nuevo Testamento consiste en el hecho de que Dios ofreció realmente su Hijo Unigénito, el Salvador, Nuestro Señor Jesucristo, para salvar el género humano. Sobre la división y contenido de los Libros que componen el Antiguo Testamento diremos lo siguiente: 1) Los libros legislativos; p.e. aquellos que contienen enseñanzas sobre la Ley. A este grupo pertenecen los 5 libros de Moisés: Génesis, Exodo, Levítico, Números y Deuteronomio. El propio Señor denominó a estos libros de "Leyes Mosaicas" (S. Lucas 24:44). Estos libros representan la base principal en la que se apoya el Antiguo Testamento en su totalidad. 2) Los Libros Históricos: Josué, Jueces, Ruth, Libros de los Reyes, Crónicas, Esdraz, Ester, Sirah, Judith, los dos libros de los Macabeos. 3) Los Libros Instructivos: el libro de Job, los Salmos, los Proverbios, Sabiduría, Eclesiastés, Cantar de los Cantares, Eclesiástico, Tobias. 4) Los libros proféticos: Isaías, Jeremías, Ezequiel, Daniel, y los libros de los doce profetas menores.
En el Génesis encontramos la descripción de la creación del universo y del hombre, de la historia primera de la humanidad y del establecimiento de los sentimientos religiosos entre los primeros hombres. Los otros cuatro libros de Moisés, contienen la historia de la religiosidad en los tiempos de Moisés como también sobre las Leyes por él recibidas del propio Dios. El libro de los Salmos no solamente nos enseña y eleva el alma a las prácticas piadosas, sino que contiene también un número considerable de profecías sobre la sagrada persona del Salvador. Este libro admirable es una guía magnifica para las oraciones y la glorificación de Dios, siendo constantemente utilizado en todos los rituales de la Santa Iglesia Cristiana Ortodoxa.
En cuanto al contenido de los libros del Nuevo Testamento los dividiremos así: 1) Los libros legislativos, que son la base principal de la nueva alianza de Dios con los hombres y llevan el nombre de Evangelios; 2) El libro histórico, denominado Hechos de los Apóstoles o Actos Apostólicos; 3) Los libros instructivos, que son las 7 Epístolas Universales de los Santos Apóstoles: Santiago, Pedro, Juan y Judas y también las 14 Epístolas del Apóstol San Pablo; 4) El libro profético, que es el Apocalipsis del Apóstol San Juan Teólogo.
Los Evangelios nos hablan sobre la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo: de su llegada a la tierra y de su vida entre los hombres; de los milagros que hizo; de las maravillosas enseñanzas que dejó a sus discípulos; de los sufrimientos y de la muerte en la cruz y finalmente de la resurrección y ascensión a los cielos, en donde reina con Dios Padre y Dios Espíritu Santo en el supremo misterio de la Santísima Trinidad. En razón de ser un mensaje de la eterna salvación, se lo considera como la más feliz de todas las noticias. Así se explica el alegre canto "Gloria a Ti Señor," después de la lectura del Santo Evangelio en la Iglesia.
Los Hechos de los Apóstoles nos dan a conocer el modo como se constituyó la Santa Iglesia Cristiana Apostólica y Ortodoxa; del día en el cual el Espíritu Santo posó sobre los Apóstoles y de la divulgación de las Sdas. Verdades de nuestra religión por los Santos Apóstoles. Los indicios que tenemos acerca de que la Sda. Escritura es la palabra de Dios son los siguientes: 1)La grandeza de su enseñanza, que demuestra no haber podido nacer del entendimiento humano, más sí haber tenido origen en la propia sabiduría de Dios. 2) La pureza y la sinceridad de la enseñanza, demostrando que desciende del Espíritu Divino. 3) Las Profecías, que son las predicciones extraordinariamente exactas de los acontecimientos futuros. 4) Los milagros, que son curas del cuerpo y del alma, causadas por la fe inquebrantable y por la gracia de Dios; curas esas inexplicables desde el punto de vista de las ciencias humanas. 5) La actuación poderosísima de las verdades y enseñanzas, contenidas en las Sdas. Escrituras, sobre los entendimientos y corazones humanos, propia, única y exclusivamente del poder Supremo de Dios.
Las Profecías son las predicciones exactas de cosas futuras, que no pueden ser conocidas de nadie, fuera de Dios Todopoderoso. El Profeta Isaías predice con anterioridad de varios siglos, el nacimiento de N. S. Jesucristo de la Virgen María, hecho este que bajo ninguna hipótesis podía haberse ni imaginado en tan lejana época histórica. No queda duda alguna de que las palabras de esta profecía fueron dictadas al Profeta Isaías por el propio Dios. Sobre este asunto nos dice el apóstol San Mateo: "Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que fue dicho acerca del Señor, por el profeta que dice: he aquí que una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y cuyo nombre será Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros" (S. Mat. 1:22-23). Los milagros son actos sobrenaturales, que no pueden ser realizados por la fuerza o conocimientos humanos, no alcanzables por cualquier otra fuerza humana, más si únicamente con la participación directa de la fuerza infinita de Dios. Consideramos a los milagros como un indicio de la verdadera palabra de Dios, porque quien hace milagros, procede con la gracia del Poder Divino: ésto se comprende que él agradó a Dios de forma tan eficaz, que por intermedio de él, Dios demostró sus fuerzas supremas. Un hombre que posee esas cualidades superiores, indudablemente sólo habla la Verdad. Por eso, todo lo que él dice en nombre de Dios debe ser considerado Verdad absoluta: la Palabra de Dios Vivo. Nuestro Señor Jesucristo consideraba los milagros como un testimonio importantísimo de su sagrada misión entre los hombres: "Las obras que el Padre me dio para realizar, las mismas obras que yo hago, testifican de mí, que el Padre me envió" (San Juan 5:36). Cuando afirmamos sobre la poderosa actuación de la enseñanza cristiana en el espíritu humano nos apoyamos en el hecho de que los doce apóstoles pertenecían a la clase de hombres iletrados; a pesar de esto consiguieron compenetrarse a fondo de las Divinas Enseñanzas de su Maestro y divulgar el Evangelio y conducir a Cristo a los poderosos de este mundo: los reyes, sabios y ricos y hasta pueblos enteros.
La plenitud de la verdadera fe y de la verdadera doctrina es muy extensa para ser tenida en la conciencia de un sólo miembro de la Iglesia; ellas son guardadas y transmitidas por la Iglesia de generación en generación como su Tradición. La Tradición es la memoria viviente de la Iglesia, conteniendo la verdadera doctrina tal como ella se manifiesta en la historia. No es un museo arqueológico o un catálogo científico, no es tampoco un "depósito" muerto; no, la Tradición es una potencia viviente, inherente a un organismo viviente. Indicaremos a continuación el principio esencial de la Tradición: cada miembro de la Iglesia debe en su vida y conciencia (ya se trate de teología científica o de sabiduría práctica), buscar conseguir la unidad integral de la Tradición; encontrarse con ella. Debe acudir él mismo en ayuda de la Tradición; debe llevar en sí mismo la Tradición viviente; debe ser un eslabón inseparablemente unido a la cadena de la historia. La Tradición tiene muchos aspectos, ella puede ser escrita, oral, monumental. Hay una fuente de la Tradición que ocupa un lugar aparte, bien determinado: la Sda. Escritura.
¿Es a la Sda. Escritura o a la Tradición a quien pertenece la primacía? En la época de la Reforma se ensayó, en la Iglesia Occidental, de oponer la Sda. Escritura a la Tradición.
En realidad una tal oposición no debe existir; la idea de este antagonismo se forma de una manera ficticia, se ha querido disminuir el valor de la Escritura al lado de la Tradición, o a la inversa. La Escritura y la Tradición pertenece a la vida única de la Iglesia movida por el Espíritu Santo, que obra en la Iglesia, manifestándose por la Tradición e inspirando a los escritores sagrados. Notemos por otra parte los últimos estudios bíblicos que dan una parte creciente al elemento tradicional y colectivo; analizando los libros del Antiguo y Nuevo Testamento, sobre todo los Evangelios, ellos descubren allí las primeras fuentes, en las cuales estos libros se han nutrido; la Escritura se acerca así a una suerte de Tradición escrita y el lugar se vuelve de más en más claro por las obras individuales de autores sagrados que la consideran muchas veces como escribiendo, por así decir, bajo el dictado del Espíritu Santo. Es necesario estudiar la Escritura y la Tradición, no como oponiéndose la una a la otra, sino como estando unidas, sin olvidar no obstante su diferencia real. La Sda. Escritura se remite a la Tradición eclesiástica. Es esta tradición que da testimonio del valor de los libros sagrados en la Iglesia. El "canon" de los libros santos afirma su carácter inspirado; mas este canon es establecido por la Tradición. Este carácter de inspiración no puede ser garantizado nada más que por la Iglesia, es decir por la Tradición.
Es dado a cada hombre el juzgar, según su gusto personal, acerca del valor y de la inspiración de una obra; pero nadie puede individualmente destruir las cuestiones relativas a la inspiración divina de las Escrituras y a la presencia del Espíritu Santo en la Biblia. Aquello es dado sólo por el Espíritu de Dios, que habita en la Iglesia, pues nadie conoce las cosas divinas, sino el Espíritu de Dios. Esto tampoco puede ser una cuestión de elección personal, sino solamente elevarlo al juicio de la Iglesia. La historia nos dice que, entre muchas obras escritas, la Iglesia ha elegido un pequeño número de obras inspiradas por Dios; entre diversos Evangelios, ella ha elegido los Evangelios canónicos; después de algunas discrepancias ella ha incluido en el canon ciertos libros (p. ej. el Cantar de los Cantares, el Apocalipsis) y rechazando otros libros que habían formado allí parte durante cierto tiempo (la Epístola de Clemente, "Pastor" de Hermas); ella ha mantenido la diferencia entre los libros canónicos y no-canónicos (pseudoepigrafos y apócrifos). Se tiene razón al de decir que la palabra de Dios posee testimonio inmediato sobre ella misma, una eficacia intrínseca, una suerte de evidencia inmanente de su carácter inspirado. Y ella no seria la palabra de Dios, dirigida a los hombres, si ella no penetra en el corazón humano como una espada tajante. "Es la Iglesia la que nos ha dado la Biblia, con la ayuda de la Tradición, y los Reformadores mismos han recibido la Biblia de la Iglesia, es decir por la Tradición. No pertenece a nosotros el establecer de nuevo la canonicidad de la Escritura. Cada uno debe descubrirla "para sí," nutriéndose de la Palabra de Dios; más debe por otra parte recibirla de manos de la Iglesia, que habla por la Tradición. De otra manera la Escritura dejaría de ser la palabra de Dios; ella se convertiría en un libro, en una obra literaria, sujeta a las investigaciones filosóficas e históricas. Pero la Palabra Dios, pudiendo ser estudiada como un documento histórico jamás debe volverse un "puro documento," pues su forma exterior, aunque manifieste el carácter de una cierta época histórica, afirma no obstante la palabra de la vida eterna; en este sentido ella es un "Símbolo," el lugar de encuentro de lo divino y de lo humano. Nosotros debemos leer la palabra de Dios con fe y veneración.